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a A «con real magnificencia ha fabricado la gran pie- «dad de Vuestra Alteza. Pero el cielo ha puesto un «obstáculo á mis intentos, inspirando á los señores «principales de Nápoles y de todo el reino encar- «garme de parte suya y de Su Santidad una impor. «tante comision para con Su Magestad católica, «Habiendo yo conocido claramente que era volun- «tad de Dios, que ayudase á sus justas súplicas. «me he vencido sin repugnancia alguna y he omi- «tido le primera idea, aunque buena, por hacer «otra mejor. Yo voy animado de una viva confian- «za en la misericordia de Dios, que este viaje sea «el que dará fin á las calamidades del reino de «Nápoles y tambien á las miserias de mi vida. Supli- «co al Señor, que en el cielo (á donde espero tam- «bien ser recibido en este mismo viaje) déá V. A. «Serenísima el premio de sus virtudes. y que es- «tas se conserven perpétuamente en sus lustres «idescendientes. Amen. Vos cum prole piabenedi- «cat Virgo María. Nápoles 3 de Octubre de 1618. «De Vuestra Alteza humildisimo siervo, Fr. Lorenzo de Brindis. Por el contexto de esta carta se vé, como ilustra- do el varon santo, supo como aquel viaje habia de ser el último de su vida, y que en él daria fin á las miserias de este mundo. Embarcóse finalmente, y costeando (cuando lo permitia el mar, para no pri- varse de decir Misa) pasó por la torre del Greco, puerto de Terracina, puerto Longon y llegó á Gé- nova; y sabiéndose ya en España la embajada del varon santo, se alegró mucho el señor Felipe HI de la venida de su amado Fr. Lorenzo, á quien de-

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