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Mb ra lograr su bendicion y con ella muchas felicida. des espirituales y temporales. No le detenia, para hacer bien y consolar á sus muy amados herma= nos, ni la distancia de los lugares, ni los trabajos del camino, ni los achaques que padecia, ni la sa- lud quebrantada con ayunos, ciliciosy peniten- - cias, ni la avanzada edad, que abrumabasu santo cuerpo. Ni es menos deudora á este insigne bien- hechor, nuestra España que otras provincias y naciones del orbe. Tres veces logró de su venera- ble presencia: la primera, cuando siendo General visitó las tres provincias de Cataluña, Valencia y Aragon, dejando en ellas muchos ejemplos de vir- tud y santidad: la segunda cuando vino por el Em- perador con el honroso carácter de embajador al Sr. Felipe MI y dejó echados los primeros cimien- tos á esta santa provincia de la Encarnacion de las dos Castillas; y en esta ocasion se efectuó la expulsion de los moriscos, que habia tantos años que se trataba de ello, sin atreverse á poner en ejecucion, por tantos inconvenientes y dificulta- des, que segun juzgaban los teólogos, canonistasy políticos, habian de originarse de tan árdua em- presa; pero nuestro insigne héroe (cuyas palabras las veneraban como oráculos) desató con su pru- dencia y consejo esta cuestion reñida, como se dijo en otro lugar. La tercera vez que vino á Espa- ña, fué cuando todo el reino de Nápoles le nombró -su embajador extraordinario al mismo rey católi- co el señor Felipe TI; y en esta última jornada, que lo fué tambien de su preciosa vida, dió la ma- yor muestra de su amor á los españoles, pues vino

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