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— Ho en que Su Santidad concede al serenisimo señor duque de Baviera, que despues que venga de Es- aña el siervo de Dios, le pueda tener en su com- pañía. Últimamente podemos asegurar, que toda su vida la empleó en gloriosas fatigas y afano- sos cargos en beneficio de la Iglesia santa, pu- diéndosele aplicar el bien merecido elogio de Sol benéfico de su siglo; pues apenas hubo re- gion ú clima, que no alumbrase con su virtud, doctrina y ejemplo. ltalia, España, Francia, Ale- mania, Bohemia, Sajonia, Ungría, la Stiria, el Aus- tria, el Tirol y otras muchas provincias, vivirán perpétuamente agradecidas al siervo de Dios, pues á todas alcanzó la luz de este benéfico astro de la Iglesia santa. Le solicitaban las ciudades mas ilustres, para ocupar sus púlpitos: le buscaban los pontífices y cardenales para consultas y negocios graves: le llamaban los reyes, emperadores, prin- cipes y soberanos, para direccion de sus Estados y reinos porque todos sabian la admirable pruden- cia, sabiduría y consejo que reinaba en él: todos confesaban, ser un varon en quien residia el Espí- ritu Santo como en propio templo y habitacion gustosa y consiguientemente estar adornada su purísima alma de todos los dones sobrenaturales; por esta causa los pueblos enteros le seguian, pa- Ordinis Capuecinorum ex Hispaniis remeanti, manendi apud te. Valde desideramus in omnibus, quee cum Domino possu- mus, tibi gratificari, potissimum autem in his rebus. quibus pietatem, et religionem tuam foveri, et adjueari posse existi- mamus. Dominus tibi cuncta prospera, etc. Ex Bullario Ordi- nis Capuecinor. tom, 4. pág. 154.

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