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— 378— las almas, redimidas con la sangre de Jesucristo. Anhelaba con fervoroso celo á la reduccion de los herejes, cuyos piadosos intentos parece se frus- traban con tantas ocupaciones, viajes y jornadas; pero sabia, que no hay un solo camino, para irá Dios y que no solo con la predicacion del Evan lio se aumenta la fé católica y así se hallaba pron- to á cualquiera empresa, que la obediencia le or- denase á honra y gloria de Dios. Sabemos, que fué á Parma, llamado del Serenísimo duque y le recibió con la mayor ostentacion y grandeza, tra- tándole con sumo respeto y devocion. Los negocios que trataron, serian sin duda muy graves; pues las consultas, que tenia ya con el duque y ya con sus «ministros, eran largas y frecuentes; pero tan sigi- losas, que nunca se han podido penetrar. Tambien queda dicho en su lugar (1), como el emperador Rodulfo envió al siervo de Dios al duque de Mán- tna, y el castigo que el cielo envió al duque, por no haber oido el varon santo. En fin, si hubiése- mos de referir en alabanza suya, y con la exten- sion debida las empresas grandes de este insigne héroe, era necesario que la fama gastase todo su aliento hasta peligrar el bronce en la vehemencia del grito: basta decir, que los soberanos y prínci- pes, deseando tenerle consigo para su direccion y consejo, se valian de la autoridad y favor del Sumo Pontífice. De esta verdad dá claro testimonio el rescripto del señor Paulo V, que citamos abajo (2), (2, Paulus Papa V. etc. Sicut á Nobis poslulacit Nobilitas tua, potestatem fecimus dilecto filio Laurentio Brundusino, <A

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