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o Paz: el de Turso con la espada desnuda: el de En- deodi con el cetro: el Palatino con la corona. Di- cha la epístola, le puso el cardenal la corona y el pueblo empezó á gritar: V ivael rey de Hungría. Des- pues de la Misat, tomó la espada y la levantó tres veces en forma de cruz; y ejecutadas otras cere- monias, subió á caballoy saliendo por la puerta de San Miguel, llegó á una columna, donde prestó juramento á los húngaros de guardar sus privile- gios; y acabado fué al castillo, donde comió con to- dosaquellos señores y prelados. Al pueblo se dieron doce toros y doscientas botas de vino y el archi- duque se retiró á Viena. Pacificada ya la Alema- nia, cuya grande obra se debe en la mayor parte alinflujo y prudencia de nuestro beato Lorenzo, continuó su ministerio de la predicacion Evan- gélica. ] po asa 8. Al capítulo IV de esta historia núm. 14 que- dan referidas dos embajadas, que hizo el varon santo: una de parte del pontífice PauloY al empe- rador Rodulfo HI, para tratar negocios gravísimos: otra del mismo Sumo Pontífice al serenísimo duque de Baviera; cuyas comisiones desempeñó con mu- cho acierto. Como era tan conocido el nombre de este capuchino, Brindis, en toda Europa y tan plausible su memoria, no se podia ocultar á los principes, emperadoresy reyes; y así á porfia le buscaban para los asuntos graves y de la mayor consideracion. Bien quisiera el siervo de Dios, vi- vir retirado del mundo, consultando con el Señor en el silencio y soledad del claustro su aprovecha- miento espiritual. Deseaba mucho la salvacion de EN

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