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podremos hacer. Pensaron con astúcia diabólica persuadir al emperador desterrase de todo suim= perio á los capuchinos por perturbadores y sedi- ciosos, y que influían á no obedecer al César. BL emperador, aunque católico apostólico romano, se hallaba con mil temores, por la multitud de herejes que cada dia se levantaba; y acobardado con su poder, vacilaba en la expultió de los ca- puchinos. dh 18. Con tan funesta noticia fué el varon santo á hablar al rey, á cuya Majestad representó con grave dolor, el daño que aquella cristiandad pade- ceria, faltándola (ausentes los capuchinos) tan -— fuerte y necesaria defensa contra las contínuas baterías y ataques de los herejes. Movido el rey - con piedad católica á demostraciones de senti- miento. por ver que la defensa de la fé ocasionaba á los capuchinos tan sensible y próximo riesgo, di- jo: Noos afliijais, que yo encargaré d mi embajador vuestra causa y la proteccion de los católicos en elim- perio; y si en Alemania os desterraren, y0 08 recogeré yenmis reinos podreis gozar de segura paz; y para que os certifiqueis de esto, desde ahora os doy mi li- cencia, para que fundeis luego en Madrid, y en otros pueblos de Castilla y entiendan los herejes, que si 08 echan de un reino, hay reinos y reyes que os reciban y amparen. Si esta historia fuera particular, debie- ran dedicarse dilatados elogios á la piedad religio- - sísima de este príncipe, y á su grande afecto á los capuchinos. Pero no podemos menos de adorarlas as del Señor, y los caminos por donde E zo imiluita sabiduría, endereza sus obras y como
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