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ES E AE f vÍ y 5 Nr — 349— 57% En este deleznable estado se hallaban las cosas, por lo que pertenece á la fundacion de Cas- tilla; y continuando ahora la vida de nuestro hé-= roe el beato Lorenzo de Brindis, sucedió, que el siervo de Dios recibió un pliego de su grande ami- go D. Baltasar de Zúñiga, embajador del rey cató- lico en Alemania, en que le avisaba, como el em- perador habia depuesto de su oficio y dignidad, al gran canciller (que es lo mismo que presidente de Castilla) por no haber querido firmar un decreto á favor de los herejes protestantes, contra los cató- licos, que el César, mal informado, habia manda- do publicar. Era el canciller gran católico; y pa- reciéndole, que no podia firmar aquel decreto sin ofender á Dios, pasó á nuestro convento, que flo- recia en varones doctos y versados en todo géne= ro de Teología, particularmente en la Dogmática, y consultó el caso; pero todos fueron de parecer, que no podia en conciencia firmar aquel decreto, y que debia oponerse á la voluntad del empera- dor, seducido por los herejes, aunque aventurase hacienda , honra, dignidad y aun la vida. Hízolo así, y por eso le depuso el emperador. Pero el gol- pe no paró aquí, porque sabiendo los herejes, que los Capuchinos habian influido en esto, irritados contra ellos, no dejaban de perseguirlos hasta lo sumo. Parecióles, y con razon, que habiendo ca- puchinos en el imperio, nunca tendrian paz, ni su religion reformada llegaria al auge á que aspi- raba su sacrílega ambicion. Fuera los capuchinos (decian): fuera estos papistas. Salgan del imperio estos enemigos, pues mientras no se destierren, nada

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