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o drada fé. Mandó el varon santo traer unos corpo= rales y echando la tierra en ellos, empezó á destilar gotas de sangre, que tiñeron los corporales con pasmo y admiracion de la reina y confusion de los incrédulos. Este prodigio fué tan ruidoso en la córte, que atrajo la devoción y admiracion de to- dos los señores, grandes, embajadores y ministros, para ver y adorar en aquellos santos corporales la sangre preciosa del hijo de Dios Jesucristo nuestro Redentor. Estos corporales estuvieron expuestos á la pública veneracion en el oratorio de la reina por muchos dias y allí se guardaron con singular culto y reverencia, hasta que el voraz incendio que abrasó el real palacio, abrasó tambien esta gran reliquia con otras muchas, que allí se vene- raban (1). Fué grande el crédito que adquirió el insigne y santo embajador con este prodigio, aun-= que muy á costa de su humildad profunda, que quisiera, que nadie supiese, ni viese en él cosa que redundase en alabanza suya; y ocultando el ruido que siempre producen los milagros, desea- ra que fueran mudos; pero la fama los convierte en truenos para admirar al orbe. 8. Habia escogido el Señor al varon santo para empresas grandes en esta embajada; pues no solo le escogió para el fin principal á que venia del socor- ro á favor de la liga de los príncipes católicos con- tra los protervos herejes, que aunque era la empre- sa árdua y de la mayor consideracion, le tenia tam- bien destinado, para que fuese el fundador de esta santa provincia de capuchinos de las dos Castillas; 1d Bull, Capuccin, tom. 5. fol. 361. e E

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