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Uh a consigo, pero se excusó el varon santo, hallándose mejor en aquella estrechura con sus pocos herma- nos, que en la mayor comodidad de los ricos pala= cios. El duque de Lerma, gran privado del rey, - envió á-D. Rodrigo Calderon, marqués de Siete- Iglesias (que entonces se hallaba en el auge de su fortuna y poco despues vino á morir en un cadal- so) para que le diese la bien venida de parte de Su Magestad y le dijese, que convenia se mudase al convento de San Gil de reverendos padres descal- zos, que por estar cerca de palacio, habia mas pro- porcion para tratar de los negocios de su embaja- da. Reusólo el varon santo, mostrándose agrade- cido á tantos favores y se quedó en su humilde y estrecha habitacion. A otro dia le visitó el mismo duque de Lerma, ofreciéndole de parte de Su Ma- jestad cuanto necesitase para su persona y compa- ñeros, pero que le queria tener mas cerca de palacio para tratar los negocios de su venida, y así era voluntad expresa de su Real Magestad se mu- dase á San Gil, para lo cual estaban ya avisados aquellos padres. Obedeció puntual como vasallo fiel á su legítimo soberano, y aunque con senti- miento de dejar á sus compañeros, se fué al con- vento de San Gil, donde fué recibido de aquellos venerables y religiosísimos padres con la mayor veneracion y respeto. Aquí estuvo el siervo de Dios con mucho consuelo de su fervoroso espíritu, edifi- cado de ver aquella santa comunidad en tan gran observancia y penitente vida, y como ni en Italia, Alemania ni Francia habia tratado á estos padres, por no haberse extendido allí esta santa reforma,

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