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el duque de Juliers, llamando á sus Estados mu- chos herederos y todos herejes protestantes; pe- ro entre ellos los mas próximos eran los duques de Brandeburg y de Neoburg, conocido este último porel Conde Palatino. Ya en este tiempo se habia separado miserablemente la Olanda de la obedien- cia de nuestro católico monarca Felipe 1 y por consiguiente de la religion católica. Todo esto da- ba mucho fomento á los príncipes protestantes de Alemania para aspirar, si pudiesen al Imperio, po- niendo todos su mira en el conde Palatino. Da- ban á entender esto mismo los aprestos milita- res, las secretas inteligencias, la fermentacion que entre ellos se notaba; á que ayudaba á estas perversas intenciones, una potencia católica y muy poderosa por fines particulares. Conster- nados los príncipes católicos, y mucho mas el emperador Rodulfo, se juntaron en Praga para de- liberar sobre un asunto tan grave, en que se inte- resaba nada menos que el bien casi de toda la Iglesia; y formando una liga de todos los príncipes católicos, celebraron varias dietas y conocieron la necesidad de recurrir á las armas, para oponerse á los herejes; y para esto nombraron por general al serenisimo señor duque de Baviera, príncipe dotado de una gran prudencia, celo de la religion católica, valor y arte militar (1). Tomaron todas las medidas que parecieron convenientes; pero reflexionando, que el poder de los herejes era for- midable, les pareció necesario para abatir su or- () Sum. fol. 42 y 43.

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