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> SE que estaban espiritadas, aunque ninguno, ni.aun ellas mismas lo sabian. Apenas vieron al varon santo de lejos, empezaron á chillar y dar gritos dis- formes, que aterraban á todos: además de esto, se arrojaban en tierra, revolcándose como rabiosas serpientes. Quedó admirado el sacerdote de lo que veia: y conociendo por el hecho que aquel padre era muy santo, le suplicó se compadeciese de sus pobres hermanas: luego el beato Lorenzo mandó que viniesen á sus piés. Obedecieron inmediata- mente, se pusieron de rodillas; y habiendo sosega- do toda aquella furia, mandó á aquellos inquietos y rabiosos huéspedes, que dejasen la posada sin lesion alguna, y así lo hicieron (1). 15. No fueron tan obedientes los infernales es- piritus que afligian á María Raneti, vecina de Ba- sano en el Vicentino. Habia muchos años que esta pobre mujer vivia poseida de los malignos espíri= tus, tan rebeldes, que á todos los exorcismos res- pondian que era voluntad de Dios, que tuviese este trabajo mientras viviese, para mayor corona suya: con que no habia como desposeerla de aquella po- bre mujer. El daño que causaban en esta infeliz criatura era grande, porque quitándola las ganas todas de comer los manjares regulares, la movian el apetito á comer ceniza, carbon, lodo, lagartijas, ratones, gusanos y otras inmundas sabandijas con tan asqueroso alimento, y el influjo de Satanás, te- nia un aspecto y figura tan rara, que todos huian de ella. Ya no quedaba otro asilo que el del bea- Y) Proc. de Verona Sum. fol, 310. 21 e ; . E
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