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— 318— | que mi Señor Jesucristo, la Virgen Santísima su ma- dre y el seráfico Patriarca San Francisco, se han de dignar de que con una salud perfecta, tengan término tus prolongados trabajos. Volvióse consolado á su casa, y luego sintió el apetito á la comida y á la bebida, con que empezó á mejorar y á dormir con quietud, y en poco tiempo se desvaneció aquel color y aspecto cadavérico, quedando bueno y sano con admiracion de todos, de suerte que ya no le llamaban Julian Plato, sino Lázaro resucitado. 10. Vivia muriendo el conde de Cesena con una tan rara enfermedad, que no solo padecia el cuer- po, sino tambien el espíritu. Once años habia que con repetidos desmayos y dolores, padecia una melancolía profundísima, acompañada de espan- tosas apariciones y funestas fantasmas, dirigidas todas á una total desesperacion, persuadiéndose á que ciertísimamente estaba condenado, y que el diablo tenia ya en él absoluto dominio, sin tener él libertad para nada ni poder convertirse á Dios, Aconsejáronle que se valiera del patrocinio del beato Lorenzo, y por estar el varon santo ausente, pidió con mucho encarecimiento al P. Fr. Leopol- do de Serravale, capuchino, escribiese al siervo de Dios, pidiéndole sus oraciones y que se compa- deciese de aquel pobre infeliz. Hízolo así el reli- gioso capuchino, y respondió el beato Lorenzo, en- «viándole una oracion escrita de su mano, dicién- - dole, que se la aplicase con mucha fé y la trajese ro consigo, y sanaria luego, y así fué (1). La — (D Sum. fol. 163.
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