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— 315— 5. Resplandeció la virtud milagrosa del santo en la salud que dió á un niño de seis años llama- do Cristobal Caymo. Fué tal el estrago, que hizo la naturaleza viciada de este niño, que en su peque- ño cuerpo se contaban veinte y cinco lastimosas HNagas, de las cuales una, que tenia en las fauces, era tan maligna, que respiraba por ella. A esto se Hegaba, para que fuese mayor la desdicha, el tener seca la mano derecha y todo el brazo asido y pega- do al pecho, con que nou era posible moverle sin intensísimos dolores: además de esto (si es que pue- de haber mas) tenia dislocados los piés; de suerte, que causaba compasión y lástima. De todas sus fuerzas se habia valido la medicina, pero en vano. Su madre llena de fé, le llevó al varon santo, y lue- go que vió á aquella inocente criatura tan llagada, disforme y dolorosa, se conmovieron sus piadosas y amorosas entrañas y levantando los ojos al cielo, hizo la señal de la cruz, y saludando á su afligida madre con mucho agrado, la consoló diciendo, que aquel niño sanaria en breve y así que se volviese á su casa y diese gracias á Dios, que habia oido sus ruegos. Fuese á su casa, y al dejar al hijo en . la cama, le vió ya sin llagas, restituidos los miem- bros á su lugar, sin imperfeccion ninguna, sano, hermoso y bien parecido, como si hubieran puesto otro en su lugar. Llena de asombro la feliz madre empezó á gritar: milagro, milagro. Juntóse la ve- cindad á las voces, y dieron gracias al Señor por aquella maravilla, que habia obrado por su siervo Lorenzo (1). (1) Proces, de Milan, Suma fol. 116.

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