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— 314 — concedido al beato Lorenzo este singular privile- gio, aun cuando vivia jóven en el siglo, queda ya dicho, cuando en Venecia fluctuando el barco en que iba por una peligrosa tempestad, y echando en el inquieto mar la sagrada cera de Agnus Dei, mitigó sus impetuosas iras y se libertaron todos de un naufragio. 3. En la misma ciudad de Venecia, César Sar- torio, caballero noble, adoleció de una tan rara enfermedad ó frenesí, que poseido de un furioso humor, huia de todos, sin querer comer, beber, ni dormir, procurando quitarse la vida, ya echán- dose cordeles al cuello, ya arrojándose por los suelos, ya tirándose por las ventanas, con que era preciso acompañarle siempre, ó tenerle atado con desconsuelo de toda su familia. No obstante estas furias, tenia algunos lucidos intérvalos, y en uno de ellos oyó decir varios prodigios del beato Loren- zo y concibiendo en sí un gran deseo de verle, se hizo llevar á los capuchinos. Halló al santo dicien- do Misa, en que tardó siete horas, y todo este tiem- po estuvo con mucha quietud sin sentir movimien- to alguno violento. Acabada la Misa, pidió al siervo de Dios la bendicion, y poniendo las manos consa- gradas sobre el doliente, y diciendo algunas ora- ciones, volvió á su casa sano y bueno (1). 4, En Milan estando desauciada la mujer de Cristobal Archinto, caballero de los mas ilustres de la ciudad, suplicó al varon santo fuese á verla y echarla su bendicion: hízolo el siervo de 5% y de repente quedó sana. 11) Suma pág. 182, y

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