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si de Milan y otros de aquella provincia: como tam- bien las repetidas instancias, que hizo con el rey católico Felipe IM, escribiendo á S. M. para que en sus dominios se extendiese una religion que no siendo gravosa á sus vasallos por su extremada po- breza y singular desprecio de las cosas terrenas, les era muy útil por su vida ejemplary celo infati- gable en procurar la salvacion de las almas y ayu- darlas en todos los ministerios sagrados, tocantes á su bien espiritual. 18. Poco ha digimos, como se hicieron las paces entre el duque de Saboya y el rey de España: pero :0h inconstancia del corazon humano! volvieron á tomar las armas, por infraccion del Saboyano, ins- tigado de los herejes, que iban en su ejército y nuestro invicto héroe D. Pedro de Toledo, lleno de valor y asistido de la razon, juntó sus tropas y con una rapidez extraordinaria se puso sobre Verceli, que es la plaza mas considerable del Piamonte y la tomó despues de varios reencuentros y hubiera to- mado toda la Saboya (dicen los historiadores de aquel tiempo; si hubiera querido: pero D. Pedro, instruido de las piadosas intenciones del rey ca- lólico, no intentaba derramar sangre humana, ni la calamidad y destruccion de los pueblos, sino humillar al Saboyano y obligarle á tralar sériamente de la paz. No asistió á esta funcion y toma de Verceli el siervo de Dios; pero su exce- lencia, hallándose en Alejandría de la Palla, le dió parte de ella, asegurando, que por sus oracio- nes habian logrado las armas católicas tan buen suceso. Y porque esta carta contiene varias expre-
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