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2 una estocada, con que cayó en tierra, revolcándo- se en su sangre y quedó libre nuestro capitan ilustre (1). En esta misma batalla (segun deponen testigos de vista en los procesos) le disparó un tur- co una bala de un mosquete á muy corta distan- cia, dirigiendo el tiro á la cabeza; pero ¡oh prodi- gio! se quedó la bala enredada en los pocos pelos de la cabeza y el siervo de Dios, se la quitó y mi- rándola, decia con mucha gracia: Simplecilla, sim- plecilla, tú me querias ofender y diciendo esto la arrojó y uno de los soldados la recogió y despues la iba enseñando á todos por milagro. Otra vez, ha- ciendo frente el capitan ilustre con la cruz en la mano al fuego de artillería enemiga, que sé com- ponia de calorce piezas de batir, una de las mu- chas balas de cañon llegando al caballo en que iba el varon santo, paró en el arzon de la silla sin recibir daño alguno. Fuera alargar mucho esta historia, si hubiésemos de referir los prodigios que obró el varon santo en su persona, y en la de los soldadosy oficiales. Uno de ellos, llamado Juan Leintaing, aflojándose una bota sobre el arzon del caballo, vino una bala de cañon, y le llevó la bota de las manos, sin hacerle daño alguno, ni á los que estaban con él. Todo lo dicho, con otras mu- chas maravillas, consta por disposicion de lesli- gos fidedignos en los procesos de la Beatificacion del varon santo. Conociendo, pues, el devoto Ar- chiduque, que aquella insigne victoria la debia, no á las armas, sino á Dios, por intercesion de su + DY Suma pág. 9. 19 Es )

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