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o E ia acudieron al beato Lorenzo, buscando el remedio en tan grave necesidad. Por instantes se iba au- mentando el riesgo, cerrándose el camino, no solo á la esperanza de la victoria, sino á la posibilidad de la fuga, pues eran tantas las tropas turcas, que aun la retirada cortaban, con que los enemigos daban por suya la victoria, y en ruidosa algazara celebraban ya casi alcanzado el triunfo. Viendo, pues, el varon santo, que no daba el aprieto lugar á largas consultas, lleno de celestial espíritu y confianza, habló al archiduque y demás generales así: «Ea, valerosos caudillos, recuperad el perdi- «do aliento: vestíos de nuevas fuerzas y brios: el «peligro está en la tardanza: dejemos conferencias «y juntas: desembarácense la manos y las voces: «estas para animar á los soldados, aquellas para «romper con generoso aliento por medio de las tro- «pas contrarias. Nadie tema: confiemos todos en «Dios, que este Señor asiste á su causa y á nues- «tro ejército, y nos ha de dar victoria, cuando pa-= «rece mas difícil. Yo os lo aseguro en nombre de «Dios. Nadie tema: peleais por la fé, por la religion «y por el mismo Dios: estad ciertos, que no ha de «desamparar vuestro celo, ni permitir que sus «enemigos triunfen de su religion y santa fé. Yo «me ofrezco, confiado en Dios, á ir delante de vos- «otros, penetrando con la cruz de este estandarte, «que ocupa mi mano, por lo mas fuerte y bien or- «denado de esos infieles y bárbaros descendientes «le Agar. Seguidme, pelead, venced: vuestra es la «victoria: seguro habeis de tener el triunfo.» 7. Con esta exhortacion y esperanza, depusie-

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