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— MM ] quoi: y sabia. Alegróse sobre manera nuestro santo y le suplicó que le llevase á su casa. Hízolo así, y apenas llegó á la presencia de su tio, se pos- tró á sus piés y le pidió la bendicion, diciendo era su sobrino Julio César. Admiróse D. Pedro, pues no le conocia, ni sabia de su arribo; pero con las grandes anticipadas noticias que tenia de su san- tidad y talentos, deseaba mucho el verle; y así con grande regocijo le levantó de sus piés y le estre- chó en sus brazos, dando gracias á Dios que le ha- bia traido á su casa aquel ángel para su consuelo. 16 Era D. Pedro Rossi varon muy respetable, de gran santidad y doctrina, á quien los. venecia- nos consultaban como oráculo de aquellos tiem- pos, haciéndole sus prendas de los más famosos sugetos de la república. Era rector del colegioy seminario de San Marcos donde vivian con mu- cho recogimiento algunos venerables sacerdotes, y se educaban tambien los jóvenes en todo género de virtud y letras. En este seminario estudiaba aquel jóven que encontró nuestro Julio César, que por ser los dos muy parecidos en las costumbres, fueron siempre íntimamente amigos y familiares, y despues tomaron juntos el santo hábito. a no y se llamó aquel jóven Fr. Andrés de Veneci sacerdote muy ejemplar y edificante. Viendo Don? Pedro á su sobrino con el hábito religioso, le pare- ció conveniente que para la conformidad de la ca- sa le trocase en hábito clerical. Algo duro le pa-= reció al bendito mozo haber de dejar aquel sagrado hábito, que habia traido casi toda su vida, y mu- - Cho mas el honorífico y alto título de Fray, con

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