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e ejército se conservase el santo temor de Dios, sin que las libertades, que son comunes entre los sol. dados, atropellasen los fueros de la ley cristiana. Renovaba continuamente en la memoria de los sol. dados las promesas y ejemplos de la sagrada escri- tura, que vincula la felicidad de las batallas en el exacto cumplimiento de los divinos preceptos y no queria, que la transgresion de estos, por falta de su cuidado, pusiese la victoria en contingen= cia. Recordaba lo que sucedia en el pueblo de - Dios, que cuando no habia algun pecado en el ejército, tenian cierta la victoria. En consecuen- cia de sus deseos y entre el estruendo y tropel de las armas, celebraba con imponderable sosiego y devocion todos los dias el santo sacrificio de la Mi- sa y hacia que los capellanes de todos los regimien- tos tambien la celebrasen, para que los soldados la oyesen. Despues de Misa les predicaba, persua= diéndoles con celoso ardimiento la defensa de la fé, los deseos del martirio, el santo temor de Dios y la pureza de la conciencia: lo restante del dia lo empleaba en confesar y disponer las cosas tocan- tes á las conciencias de los jefes del ejército y sol- dados que le buscaban. Con estas sábias providen- cias se desterraron los vicios de aquellos escua- drones y reinaban las virtudes. No se oian allí las blasfemias, no los juramentos, no los duelos y de- safios, no las discordias, no las palabras obscenas; porque el cuidado era ver como cada uno habia de cumplir con la ley de Dios y obedecer á sus ge- nerales. Era de tanto consuelo para todos la pre- sencia y compañía del varon santo, que traia á los

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