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7 rarse en la corona hizo matar veiute y un herma- nos suyos, y ahogar á dos sultanas embarazadas desu padre Amuratles; y como se habia adelan- tado en las empresas, tenia lleno de terror-no solo á Ungría, sino á toda Alemania. Pero dejemos asíal bárbaro rabiando de coraje y respirando muertes, venganzas y furias contra los cristianos, y veamos al beato Lorenzo y á los suyos, qué me- dios ponian para alcanzar victoria de tan podero- so enemigo. 4, Fayvorecido el siervo de Dios de la benigni- dad de la Silla Apostólica con tantos privilegios y armado fuertemente con el escudo impenetrable de la honra y gloria de Dios, sembrando por todas partes doctrinas, ejemplos y maravillas, llegó con sus compañeros al ejército católico, y hallando á los jefes sumamente contristados por la superiori- dad del ejército otomano, los animó para que con- fiasen en aquel Señor, que se llama y es Dios de los ejércitos; y el que no necesita de muchos ni pocos soldados, para vencer al enemigo, derro- tando los mas poderosos ejércitos solo con su que- rer. Respiraron con su presencia, y como su santi- dad era tan conocida de todos, y mucho mas del archiduque Matías, general del ejército y del mes- tre de campo Rosburgh, empezaron con calor á disponer el campo, confiados en que el Señor les daria victoria, no obstante ser tan superiores las fuerzas del enemigo. No era menor la actividad del siervo de Dios en proponer á los soldados la obe- diencia de sus jefes, como que en ello obedecian á Dios. Todo su desvelo iba ordenado á que en el

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