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> SN ió en toda Alemania y aun en toda la Europa, de que la emperatriz Ana se hallaba embarazada. Recibió- se esta noticia con suma alegría de todos. La em- peratriz misma lo confirmaba con todas aquellas señales que inclinan á una certeza moral: los mé- dicos lo aseguraban: ya se contaban los meses próximos á un feliz parto; y con universal júbilo se prevenian festivas demostraciones públicas, para celebrar tán gran dicha; pero nuestro ilus- trado Lorenzo, que habia fijado sus asertos en un espíritu superior, en que nunca tuvo lugar, ni el acaso ni el acontecimiento, aseguró, que toda aque- lla esperanza se desvaneceria muy breve, con uni- versal sentimiento de todos los católicos; y fué así, porque lo que parecia felicidad en la emperatriz, se convirtió en trágica enfermedad contra las ha- lagúeñas esperanzas de lograr un sucesor aus- triaco. 6. Hallábase el Archiduque Matías, general del ejército cristiano contra los turcos en el reino de Ungría y á su lado el beato Lorenzo para consuelo suyo y de las armas calólicas, y viendo los capitanes desanimados por la superioridad del enemigo en armas, gente y puesto, no se determinaba á dar la batalla, teniendo por cierto iban á perecer todos; pero el varon santo, ocupado de superior espíritu, les prometió contra toda humana esperanza, que habia de ser la victoria suya. Dió entera fé el Ar- chiduque á la promesa del siervo de Dios, por las muchas experiencias que tenia de su virtud, y presentando animoso la batalla al ejército otoma- no tan pujante como soberbio, consiguió una de
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