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co DU o 4. Hallábase sumamente afligida la duquesa de Doria por tener á un hijo suyo obseso de los espí- ritus infernales, sin haber podido hallar remedio alguno, ni esperanza de hallarle en'adelante. Vino á Génova el siervo de Dios, y movida la duquesa por la fama de su santidad, fué á nuestro conven- to con su madre la duquesa de Espínola y juntas le suplicaron al varon santo se compadeciese de ellas en aquel trabajo, y las dijo que llevasen al jóven á nuestra Señora de Loreto, y luego queda- ría libre, y así sucedió. En otra ocasion, hablando con la misma duquesa de las paces que se habian hecho en Asti entre el Rey católico y el duque de Saboya, y alegrándose todos por el bien comun de Italia, dió un suspiro el varon santo, y dijo: /4/! Pluguiera Dios que se diera el Señor por satisfecho con las calamidades pasadas; pero son muchas nues- tras culpas y aun nos falta mas que padecer. Creed- me, que esta no es paz constante, sino guerra san— grienta y durará muchos años, como se verificó despues con lastimoso estrago de Italia, pues vol- viendo á tomar las armas el de Saboya, se encen- dió nueva sangrienta guerra; y últimamente des- pues de un largo asédio tomaron los españolesá Verceli, gobernando las armas del Rey católico, el excelentísimo Sr. D. Pedro de Toledo, gobernador de Milan (3). 5. Como interesada toda la cristiandad en la permanencia del Imperio austriaco, deseaba la su- cesion del emperador Matias. Corrió la voz válida (3) Cap. 16. n. 18 y siguientes.

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