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— 269— sola basta, para hacer á cualquiera ilustre y escla- recido. 2. Lince, pues la vista del varon santo, penetra- ba aun mucho nas allá de lo que veía. Hallábase en lo mas florido de su edad el señor Felipe III y el beato Lorenzo en la embajada de Portugal le pre= vino con prudencia para la temprana muerte que le esperaba, pero mas claro se lo previno, escri- biéndole una carta estando el santo para morir, en la que le decia á S. M., que moriria dentro de dos años; y así se verificó marchitándose las esperan- zas, que habia concebido toda España en un rey tan justo, tan piadoso y tan santo. Pero tropezán- dose las profecías unas con otras, no solo fué anuncio la referida carta de la muerte del rey Fe- lipe JT, sino tambien del pontífice Paulo V, como diremos mas largamente en otro lugar (1). 3. Tambien fué ilustre la profecía de las victo- rias que habia de conseguir D. García de Toledo, duque de Fernandina, pues hallándose en Lisboa desahuciado de los médicos, no solo le profetizó que no moriria de aquella enfermedad, sino que (descubriendo al tiempo sus ocultos senos) le ase- guró tambien, alcanzaria insignes victorias; y no tardó mucho el suceso en acreditar estas profe- cías, de que se hallaba entonces bien distante la esperanza, y por ventura navegaba el deseo de aquel ilustre jóven por contrario rumbo, pero de esto trataremos en otro lugar (2). (1) Cap. 2. n. 12. (2) Cap. 26. n. 16.

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