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Ms sal y total entrega le ofrece todo lo que tiene, lo que vive y lo que sabe, ya no es sacrificio, sino holocausto. En ofrecerle á Dios de sí mismo con toda aquella perfeccion, que cabe en esta vida, puso siempre el mayor cuidado este obediente religioso, juzgando muy inferiores en el mérito y excelencia cuales- quiera obras, que por propio arbitrio empezase, y así, aunque contuviesen mas austeridad y rigor, las templaba al dictámen del Guardian ó maestro con entera seguridad de que entonces le eran á él mas útiles y á la divina magestad mas gloriosas. Como es cierto que la observancia de las constitu- ciones pertenece al voto de la obediencia, atendia á ellas el varon santo con tal cuidado, que apenas accion suya (pudiendo ser) dejaba de medirse con su tenor. Así obraba cuando era súbdito, y así obligaba á que obrasen los súbditos cuando era Superior en los oficios de Guardian, Provincial y General; porque tenia bien conocido, que las cons- tituciones en todo su rigor observadas, son el an- ltemuro ó barbacana con que el castillo, que la regla fabrica, queda defendido de sus contrarios. Solia decir que si alguno en esta vida puede vivir seguro, es solo el que vive obediente, segun la sen- tencia de San Bernardo (1): Zs la obediencia fami- liar y amiga de la salud; y así juzgaba mejor y mas apetecible la suerte de los que obedecen, que la de los que mandan; por lo cual siendo Guardian en este convento de Venecia, y estando por esto imposibilitado en lo público á la conveniencia de E 1) S. Bernard. Serm. Ecce nos reliquimus,

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