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o DI in Ministro general llegaba á las provincias con gran- de fama de santidad y luego concurria á nuestros conventos el pueblo todo á recibir su bendicion y gozar de su venerable presencia; pero nunca le pudieron vencer á que bajase á la portería, siendo mujeres, aunque ilustres, las que le llamaban á ella. Hallándose empero constreñido de la ocasion á hablar con alguna, como le sucedió varias veces en los palacios del emperador y reyes, á cuya au- diencia era llamado, se enagenaba tanto de los sentidos, tanto se abstraía en Dios, que no solo pa- recia haber hecho el pacto con sus ojos, que practi- có antes el pacientísimo Job (1), para conservar la pureza del corazon, sino que apenas advertia si eran mujeres, Ó si eran hombres los que le llega- ban á hablar. 4. Perosiendo cierto que vela en vano el que guarda la ciudad, si Dios no la asegura con su asis- tencia (2), aun trayendo el varon santo cerrados y muy ceñidos lodos sus sentidos, particularmente los ojos, para que el enemigo cumun no pudiese asaltar el alcázar de su alma, nose fiaba de sus propias fuerzas, ni se prometia entera seguridad, si no la buscaba en quien es madre de la pureza y Virgen de las Vírgenes María Santísima. En esta Señora (despues de Dios) ponia toda su esperanza: en su patrocinio buscaba seguridad, amparo y de- fensa y por eso mereció aquel favor tan singular, de que hablamos antes (3), de habérsele aparecido * (1) Jobcap. 31. v. 1. (2) Psalm. 126. 1. 3) cap. 10, n. 11.

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