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id 2. La principal cautela, de que para conservar intacto el candor de su castidad usaba el siervo de Dios, era huir del trato y conversacion de mu- mujeres, por mas que la honestase el vínculo del parentesco. Pareció á San Ambrosio este cuidado, no solo prudente, sino necesario en los jóvenes, que no quieren precipitarse, como lo insinuó en la cláusula, que se sigue (1): Zuyamos de tener plá- tica alguna con mujeres, de donde pueda encenderse lascivo fuego: las palabras adulterinas de la mozue- la, son nudo del mancebo y las conversaciones entre personas de pocos años, vínculos del amor. Conocia esto por especiales ilustraciones de Dios este sier- vo suyo y temoroso de caer en tan nocivos y fre= cuentes lazos, evitaba, cuanto le era posible, aun en la vida seglar, toda comunicacion con mujeres y para estar más negado á ella, 6 se encerraba en casa, Ó se acogia álos templos, donde con fervoro- sas súplicas pedia á Dios conservase en él esta virtud, para su mayor agrado é imitacion. 3. Habiendo entrado en nuestra familia, se ase- guró en la castidad con firmeza, por tener ya pa- ra este fin mas eficaces medios, de los cuales el principal es un puro y sincero amor á Dios, que es el que refrena con apremio mas poderoso los apetitos, para que no corran tras el deleite. A es- te se sigue por legítima consecuencia la mortifica- cion y guarda de la vista, que permitida hácia el rostro de las mujeres, suele encender en el ánimo llamas nocivas de profano é impuro ardor. Siendo -. 1, S, Ambr. lib. de Peenit. cap. 19.

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