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surar el destierro. De suerte, que en contraposi- cion de secta y diferencia de génios. solo encon- traban lo que no pedian, negados á lo que su necesidad solicitaba. Hallábanse algunas veces obligados á hacer trabajosísimas y muy largas jor- nadas, sin esperanza de alivio, por no encontraf lugar donde la caridad viviese; y era forzoso conti- nuar de noche la jornada, hasta llegar donde pu- diese decir Misa el siervo de Dios y mendigar el preciso alimento sus necesitados compañeros. Y si estos alguna vez, conociendo la necesidad, lleva- ban alguna corta prevencion para el camino, les reprendia el varon santo diciendo: /lombres de poca fé, ¿por qué dudais? Confirmó el Señor esta confianza de su siervo con muchos y raros prodi- gios, ya apareciéndose algun ángel en figura de un gallardo jóven, que les traia de comer; ya tambien apareciéndose en un despoblado, alguna venta ó casa, para recibir al varon santo y sus compañe- ros, que ya iban desfallecidos, sin poder pasar ade lante. : 7. Pero aunque para sí era lan austero, y rígi- do, no lo era para sus compañeros y súbditos, pues para estos buscaba siempre el remedio mas cómo- do á sus necesidades. Cuando llegaba á los conven- tos recibia con agrado la caridad acostumbrada, no para alivio de sus fatigas, sino para dar con- fianza á sus compañeros y que tomasen el descan- so correspondiente á su cansancio, y aun mucho mas para que se observase la costumbre religiosa de la Orden. Decia, que la mayor prudencia de un prelado está en no medir por las fuerzas de su es-

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