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ias Sa | — 249— siempre su costumbre de comer frutas y yerbas. Y si alguno lo notaba, le decia: que aquel era el plato mas exquisito y gustoso para él, y el mas sano, mas inocente y digestible para todos. Pero con las personas que ya le conocian, como el duque de Baviera, el marqués de Villafranca, no usaba de estas cautelas y así le traian yerbas, frutas y ensa- ladas, con que daba principio y fin á su comida. Aunque toda su vida era un perpétuo y riguroso ayuno, no obstante, ayunaba á pan y agua muchos dias, particularmente todos los sábados y vigilias de nuestra Señora y otros santos sus devotos. Los médicos le decian muchas veces, que era preciso aflojar las riendas de tanto rigor, si no queria dar en el escollo de ser cruel homicida de sí mismo: pero siervo de Dios, que conocia su naturaleza - y no menos penetraba lo mucho que puede la cria- tura, ayudada de la gracia del Señor, decia: No, señores, no hay que tener recelos, ni temais, pues des- de niño tengo enseñado el cuerpo dá este género de vida y me he acostumbrado á ello, sin hallar novedad es- pecial en la salud. Yo sé, que esto me conviene para el cuerpo y para el alma. Decia,'que los médicos gentiles ejercitan mejor la medicina, que hoy la ejercen los cristianos. La receta mas aprobada fué siempre la abstinencia y con especialidad de ali- mentos substanciosos; pero hoy se cura al revés: al menor achaque, sea imaginado ó solamente te- mido, se dispensa el ayuno, la abslinencia y la vi- gilia, cuando debia ser lo contrario. 6. Pero no solo con la abstinencia y ayuno ma- ceraba su cuerpo, sino con ásperos cilicios y crue-
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