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o AS fueron muy frecuentes: sus cilicios ásperos, sus vigilias dilatadas, sus ayunos rigurosos, y en fin el método de vida que se habia propuesto en el novi- ciado, excedia en el rigorá las leyes de la templan- za y á sus fuerzas, aunque robustas. De aquí nació que en el noviciado perdiese la salud, con peligro de no profesar, y fué preciso que su maestro pu- siese tasa al rigor, moderando sus penitencias, y obligándole á que en todo siguiese la vida comun. Obedeció con sumo rendimiento. Dos años gozó de este alivio, que para el santo jóven fueron dos si- glos. Recobradas enteramente las perdidas fuerzas, tuvo licencia para entablar de nuevo, lo que por este tiempo habia suspendido, aumentando cada dia nuevos rigores; aunque no tantos como su fer- vor pedia; pero viendo sus prelados, que aun po- dia volver á perder la salud, le señalaron tasa á sus rigores; de suerte, que dando lugar á la pru- dencia, no quedase defraudado su fervoroso espíri- ta, mirando tambien por su salud. Ascendió últi- mamente á la dignidad sacerdotal; y viendo sus prelados, que su robustez no padecia detrimento en medio de sus vigilias y austeridades, le dejaron en libertad, para que con atenta discrecion, y siempre bajo de la obediencia, estableciese un método de vida, para que sin faltar á las obligacio- nes y cargos de la religion, pudiese hacer una vida austera y penitente. No quiso gobernarse por su propio juicio, en que siempre hay peligro, aun en las cosas buenas: consultólo con Dios en sus fre- cuentes oraciones, y tambien lo comunicó con su Director y padre espiritual; y habiendo convenido

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