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: A qe e DA pas. Admiraban todos las apostólicas centellas con que esta tierna antorcha resplandecia, y guiaba á cuantos descaminados por las peligrosas sendas de sus apetitos, vacilaban errados en el páramo de su confusion, reduciéndolos por la segura senda del arrepentimiento á seguir el camino de la verdad y de la vida, que es Cristo. En todas las provincias de Italia hacian ya en este tiempo sonoro eco las aclamaciones de la virtud y predicacion de nues- tro Julio César. En todas se experimentaba, que cosechaban en virtudes, lo que sembraba en mara- villas; pero la ciudad de Brindis, que por ser's patria, gozaba mas copiosamente los raudales di su doctrina, correspondió tambien en la crecida ventaja de espirituales esquilmos; pues se vió en poco tiempo una reforma universal en las costum- bres. Ni era estraña esta mudanza, porque todos conocian que no hablaba aquel niño por su boca, sino el Espíritu Santo que estaba en él. Estos eran - en fin los estrenos de la divina gracia, que en ma- e yor colmo habia de fructificar despues en edad provecta, como se experimentó; pues, como Dios denia escogida esta grande alma, para que fuese clarin sonoro en su Iglesia, le iba preparando muy «e "9 desde los principios para tan alto fin. 12, Como el ingénio de nuestro César era fe- cundo, perspicaz y agudo, procuró su Maestro, - los religiosísimos padres de aquel convento, ins- truirle en aquellas artes propias de su edad, y así ocupó los primeros años en el estudio de las bue- nas letras, hasta cultivar la lengua con los mas bellos idiomas de las artes liberales: la gramática, mk » ud

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