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nia tambien especial devocion á San Lorenzo Már- tir, cuyo nombre glorioso le impusieron en la pro- fesion religiosa: á este abrasado mártir le tenia una santa envidia, por haber derramado su sangre por Jesucristo, y en cuanto pudo le imitó, buscan- do el martirio y ofreciéndose gustoso á los peli- gros de morir, se abrasaba en incendios amorosos de dar la vida por la fé, y pedia al bendito mártir le hiciese participante de aquellas llamas ardien- tes, que tan gran corona le labraron. Quisiera el varon santo una parte de aquellas encendidas par- rillas, para extender su cuerpo y abrasarse allí con el santo, y morir con él entre las llamas. CAPITULO XII, Pobreza, austeridad y penitencia del Varon Santo. 1. Con grandes ansias buscó á su amado la es- posa santa de los cantares (1), pero no pudo ha- llarle hasta que con una crueldad piadosa la qui- taron el manto, los que guardaban la ciudad. Siempre fué el beato Lorenzo verdadero amante de Jesucristo: siempre solicitó el abrazo dulce de su presencia con tiernas ansias del corazon; pero como en el siglo aun no habia sido despojado del manto, no acababa de hallar á su amado, no aca- baba de unirse con la intimidad pretendida, hasta que desnudo por el voto de la pobreza de todos los bienes del mundo y capacidad de volver á ellos, halló perfectamente á su amado Jesucristo, estre- + (th Cant. 5. 7.

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