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a ros no le saludasen á él, sino á María Santísima, diciendo: Sea alabado nuestro Señor Jesucristo y su purisima madre; y respondia con mucha alegría y prontitud: Por siempre jamás, amen. Pero la devo= cion del varon santo, no era solo en el afecto, sino en el efecto: no era devocion especulativa, sino práctica. Ayunaba á pan y agua todos los sábados, y vigilias de nuestra Señora, sin que le impidie- sen este obsequio, ni las fatigas del camino, ni las enfermedades, ni los empleos, ni ningun respeto humano. Decia, que siendo mozo, un prelado, pen- sando le haria mal á la salud, le mandó que deja- se aquel modo de ayunar, reduciéndole al regular; pero empezó luego á enfermar; y concediéndole despues á sus ruegos la licencia para ayunar co- mo antes, se puso bueno. Despues de la devocion de la Virgen, se seguia la de su castísimo esposo el Señor San José. Veneraba con tierno amor á este santo Patriarca, y le pedia su asistencia para la hora de su muerte. Veneraba tambien con espe= cial afecto á santa María Magdalena, por ser el dia en que habia nacido al mundo. Pasando por Fran- cia el beato Lorenzo, y llegando á Montpeller, no solo visitó y adoró las reliquias de esta santa peni- dente, sino que hizo una jornada trabajosa con sus compañeros á la elevada montaña, donde la santa hizo penitencia (1), para venerar aquellos santos lugares, y no obstante el gran cansancio del ca- mino, celebró el Santo Sacrificio de la Misa en su capilla, y dió la comunion á sus compañeros. Te- ¿(1 Sum. fol. 260.
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