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A €. lor contínuo de estómago, que le impedia el cum- plimiento de su obligacion; pero acudiendo con- fiado al patrocinio de esta señora, quedó sano (1). Esta divina reina le concedió el dón de lenguas y el dón de la castidad (2). En defender su honra y gloria, fué celosísimo nuestro Lorenzo, como he- mos visto en otro lugar (3). En todas las partes donde predicó el siervo de Dios, extendió la devo= cion y culto de María Santísima; pero donde la de- jó mas estampada, fué en Nápoles y en Verona. En esta ciudad (6 porque habia mas necesidad en sus moradores. ó porque los hallaba mas bien dis- puestos) se esmeró mucho en predicar las glorias de esta soberana reina, inflamando los corazones de los oyentes. Predicando en Nápoles una cua- resma, despues de cumplir con este apostólico mi- nisterio, hacia por las tardes una fervorosa pláti- ca, exhortando á la devocion de esta Señora; y era con tanto afecto, que no pocas veces prorumpia en tiernísimas lágrimas y dulcísimos suspiros, con que edificaba á todos y encendia en el amor á tan dulce madre. En Verona sucedió lo mismo los años de 1616 y-17; y depone un testigo que el fer- vor con que hablaba desde el púlpito, ni se puede explicar, ni menos comprender. No falta quien di- ga, que cuando predicaba y escribia, tenia á esta Señora presente, y le dictaba todo lo que habia de decir y escribir; y así lo demuestran algunas efi- (H Cap.2. n. 11. (2) Cap. 10. n. 11. (3) Cap. 7.n. 18. €

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