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o is luntario, sino de ser el instrumento del amour di- vino, y fiero verdugo que vengase las injurias hechas contra su dueño, excediendo con esta re- flexion, el castigo hasta despedazarse la vida y ensangrentar no pocas veces con el exceso la pru- dencia; porque siendoel amor dulce peso, que in- clina hácia el amado la voluntad toda, llevaba tras de sí tal vez la razon en la misma balanza. Partos de este fuego eran aquellas ansias de pade- cer por su amado, apeteciendo el mas cruel mar- tirio, y aun buscándole con las mayores ansias. Tan presente tenia la pasion del Señor, que ni de la memoria, ni de la boca se le caía jamás. Predi- cando al pueblo, exhortando á los religiosos, hablando con los seculares, siempre mezclaba y con dulcísimos sentimientos, la memoria dolorosa de la pasion. Traía siempre una imágen de Cristo crucificado pendiente al cuello, no porque le acor- dase el máximo beneficio de la redencion, que nunca se apartaba de su memoria, impreso en ella con los caractéres de un encendido amor, como dijo Ricardo (1): El fino amante en ninguna olra cosa puede pensar que en el amado, porque le trae se- llado sobre el corazon y sobre el brazo. Traíala em- pero para el aumento del amor y la reverencia; porque á la verdad aquella cabeza espinada de Cristo, aquellos azotes que la vertida y cárdena sangre demuestra, aquella desgarrada carne en el madero áspero de una cruz, son eficaces disperta- dores, que llaman la ternura y la compuncion de 11) Ricard. de Gradib. charit, cap. 3.

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