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A RS p , A Ti dk ; En q 4 e que no deben llegar á las aras con las manos va= cias, trajo en las suyas dos especialísimos dones para su amado Lorenzo: el uno fué el dón tan sin- gular que tuvo de lenguas, de que hablamos an- tes (1), con que hizo tantos progresos en la conver- sion de las almas, y sirvió tanto en la Iglesia de Dios: el otro fué el exquisito privilegio y dón ad- mirable de la pureza de cuerpo y alma, con que vivió y murió vírgen, sin sentir jamás los estímu- los impuros é importunos de la carne. Celebrando el Santo Sacrificio de la Misa, en Munich de Bavie- ra (2), quiso el Señor mostrar al mundo los escla- recidos méritos de su siervo y despues de la ele- vación de la Sagrada Hostia, se aparecieron sobre su cabeza tres hermosísimas coronas, rodeadas de una refulgente luz, dos blancas y una de color de púrpura: pero esta mas hermosa que las demás, pues estaba ricamente bordada y recamada de oro. Qué misterios encierran en sí estas tres coro- nas, solo el Señor lo puede descifrar; pero no será extraño el decir, que las dos coronas blancas sig- nificaban el candor de su pureza y esplendor de su doctrina; y la tercera purpúrea y aun mas rica que las otras, el ardor de la fé católica y deseo efi- caz de derramar su sangre por Jesucristo, y así po- demos decir con bien fundada propiedad, que las dos coronas blancas, la una fué de Vírgen, la otra de Doctor y la tercera purpúrea de Mártir. Otra vez hallándose el siervo de Dios Comisario general (1) Cap. 3. n. 4. 2 Suma fol. 64. pe 3

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