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— LE to (que siempre era en algun oratorio retirado y solo), luego que el ministro le veia extático, le de- jaba en el altar y acudia al cumplimiento de otras obligaciones, seguro de no hacer falta, y decia: Fa está con los ángeles el Padre. seguro queda por mu- chas horas. Tba y venian algunas veces y sin per- der tiempo, ni hacer falta, acudia á muchas co- sas. En dar gracias era igualmente devoto y pau- sado, aunque le esperase en alguna visita todo el respeto, y aunque llamase réciamente á la puer- ta el mundo, se dilataba en las gracias tanto tiem- po, que algunas veces era necesario arrancarle del sitio, y solo la caridad, la obediencia ó el cumpli- miento de su obligacion le hacian abreviar las gracias. 11. ¿Pero quien podrá decir dignamente los favores divinos que recibió en el altar este gran sacerdote? Regaba el Señor el corazon de su siervo con frecuentes lluvias, que hacian florecer sus vir- tudes: bañaba en esplendor y en consuelos aquella alma inocente, desnuda de otros afectos y delei- tes mundanos. Eran tan frecuentes ya aquellos éx- tasis y raptos y tan públicos (aunque procuraba ocultarlos), que se admiraban menos, por tan co- munes. Ya queda dicho (1) como el conde de Viz- conti, ayudando á Misa al varon santo en Baviera ¡en que tardó doce horas), le vió elevado en el aire. En Praga estando diciendo Misa el siervo de Dios, se le apareció entre hermosos resplandores la reina de los ángeles y enseñando á los hombres l, Cap. 7. n.6.
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