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o asombro, haciéndole predicar en sus capitulos. Para ejercer este ministerio con mas acierto; le daba su maestro algunos sermones devotos, y el niño luego los aprendia con suma facilidad, aun- que muchas veces no se valia de lo que habia es- tudiado, sino de lo que ponia el Señor en su ben= dita boca, segun la necesidad del auditorio. 9. Aun no habia cumplido nuestro Julio César los seis años de su tierna edad, cuando deseoso el Ilmo. Sr. D. Francisco Alcander, Arzobispo que era entonces de Brindis, de tocar con la experien- cia lo que gritaba la fama de aquel niño, se fué convento uno de aquellos dias en que había de. predicar á la comunidad; y haciéndose disimula= do oyente, quedó asombrado, y como fuera de sí. al verá un niño predicar como un San Pablo; y dijo á los padres lleno de admiracion: Ahora veo cumplido lo que esta escrito en la Sabiduría: (Que abrió el Señor la boca de los mudos, é hizo empeditas y doctas las lenguas de los infantes (1); y profeti- zando lo que habia de ser aquel niño, se halló movido del Espíritu Santo, y llamándole delante de los padres, le estrechó tiernamente entre sus brazos y le dió su bendicion, y con ella licencia. ámplia para predicar en todo su arzobispado, y muy en particular en el púlpito de su iglesia Ca- tedral, tocando la campana para llamar al pueblo. Esta licencia, que vive vocís oraculo dió este prela- do á nuestro niño, la extendió por escrito, firmada (y Sab. X.21. A $

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