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e A «se puso de rodillas y le pidió la bendicion y el «siervo de Dios se le dió. Yo hice lo mismo, por- «que habia oido cosas grandes de su santidad: ha- «lábame con vehementísimo dolor de cabeza, que «me afligia casi de contínuo; y estando de rodillas «le pedí me aliviase á mayor gloria de Dios, echó- «me la bendicion y yo quedé buena desde enton- «ces. Me propuse observar sus acciones, como mu- «jer curiosa y noté que ayunaba y tomaba una corta «colacion, se despidió cortesmente del señor prín- «cipe y princesa y se retiró á descansar un poco. «Pasada como una hora, salió con su compañero «hácia el oratorio, para prepararse á decir Misa, y «porque el Padre queria que hubiese siempre so- «bre el altar una efigie de la Virgen, tomó el com- «pañero un cuadro pequeño, pero muy hermoso, «que habia de Nuestra Señora en una pieza inme- «diata al oratorio, y le puso en el altar. Deseando «la señora princesa oir la Misa del P. Lorenzo, de- «terminó no dormir en toda la noche, por tener «este consuelo, y para no ser vista, se escondió en «una cámara inmediata al oratorio, donde con to- «da comodidad y secreto podia oir Misa, viendo al «sacerdote sin ser vista. Yo acompañaba á su al- «teza y lograba la misma fortuna de ver al Padre. «Estando sin luz y con mucho silencio, se empezó «á revestir con la mayor devoción que se puede «explicar. Salió al altar, y al Ofertorio noté que el «rostro se le iba encendiendo, como si arrojara «fuego: continuó la Misa arrobado y fuera de sí: «un gran espacio de tiempo estuvo con una alegría «tan singular que no hay con quien compararla.

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