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— 221 — samente la razon con aquel celestial vino; pues, sin libertad suya le acometia aquel dulce sueño, que pasa muchas veces á ser letargo profundo, en que si no el amor y el llanto, todo se halla altamente dormido. 9. Y es muy de admirar que asistiendo en estas ocasiones á la Misa del varon santo mucho pueblo, por mas que se alargaba aquel sacrificio (suceso en que por lo regular suele estar mal sufrida la paciencia). estaban devotamente atentos, ó porque esperaban que de aquellos éxtasis divinos se der- ramasen tambien entre los presentes algunos des- lellos, 6 porque era tan alto el concepto que for- maban de su santidad, que estaba reverentemente callada, y contenida aun la fuga sin atreverse á dar una leve respiracion la impaciencia, y sucedió al- gunas veces estar cuatro horas todo un pueblo con la mayor atencion oyendo su Misa, admirados de ver tantos prodigios juntos. Pero no solo la gente comun y popular, sinolos principes y señores de la primera gerarquía, solicitaban con ansia oirle y aun ayudarle su Misa, aunque la dijese en oratorio y sitios retirados, confesando todos, hallaban en esto mucho consuelo en sus almas. Así lo depusie- ron en Zaragoza muchos sugetos principales, que pudieron conseguir de nuestros religiosos (igno- rándolo el siervo de Dios) oir su Misa. Pero quien mas de cerca participó esta dicha, fué aquel gran devoto del santo, el serenisimo principe Maximilia- no duque de Baviera. Este gran potentado, que con el trato grande y familiar que tuvo con el santo varon, adquirió evidentes pruebas de su virtud,

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