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as Vi instancia suya, prepararle cuando estaba en nues- tros conventos algun oratorio secreto y retirado, donde solo el ministro que le ayudaba y los sera- fines que le asistian, fuesen testigos de los favores divinos que recibia. En nuestro convento de Zara- goza se conserva con singular aprecio el ara, en que decia Misa el siervo de Dios cuando vino á España, ya de General y ya de embajador; y cons- ta de un manuscrito de aquel tiempo que decia Misa en la capilla del coro bajo y se refiere, que la última vez que vino embajador al señor Feli- pe III, le afligió tanto la gota, que se hallaba del todo impedido de los piés, sin poder tenerse ni aun un breve espacio, pero que llevado al altar, estaba sin arrimo alguno y sin el menor dolor ochoó nue- ve horas. Refieren tambien, que era necesario lle- var cantidad de lienzos, para recojer los arroyos de lágrimas que corrian de sus ojos, que despues se repartian por reliquias entre los devotos. Cuan- do caminaba por pueblos donde no habia conven- to, le buscaban los compañeros alguna ermita 6 capilla la mas retirada y sola. Siendo alguna vez preciso decir la Misa en sitio público, y ofrecién- dose algunos negocios graves, ponia cuidado en medirse á las discretas proporciones del tiempo, que la prudencia tiene señalado; pero como no es- taba en su arbitrio, solia tal vez dormirse la pru- dencia con el dueño, robándose tambien el éxtasis esta noble porcion del 'entendimiento humano. Advertíanle, que fuese prevenido de este exceso; mas era dar leyes al discurso para cuando estuvie- se enagenado de sí, y del todo embriagada dicho-

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