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— 212— á las aras los achaques y enfermedades, que pade- cia. Una de ellas y de las mas terribles era la gota: todos saben (y en particular los pacientes) cuán cruel sea esta dolencia y qué insufribles los dolo- res; como tambien los raros efectos, que causa de contracción de miembros y trastorno casi univer- sal de los cuerpos mas fuertes y robustos. Padeció el siervo de Dios muchos años (particulafmente los últimos de su vida) esta gravísima enfermedad, pero con tal crueldad, que le ponia no pocas veces á los umbrales de la muerte, dejándole enteramen- te inmóvil; pero no.obstante se determinaba á de- cir Misa, ayudado de unas muletas, y otras veces entre tres 6 cuatro religiosos y con sumo trabajo; pero ¡oh prodigio! Apenas empezaba á ponerse los sagrados ornamentos, cuando iban poco á poco ce- sando los dolores; de suerte, que revestido y pues- to en el altar, ya se hallaba enteramente bueno y como si nada hubiera padecido, ó fuera otro nue- vo hombre. Celebraba el santo sacrificio de la Misa con la mayor quietud y tranquilidad, aunque tar- dase muchas horas. Y aquí otra maravilla: Apenas acababa la Misa y se desnudaba de los ornamentos, le acometian de nuevo los dolores y se volvia á im- posibilitar; de suerte, que era preciso volverle á la celda como antes. Así lo deponen varios testigos en los procesos que se formaron en Génova (1), y entre ellos un médico, que lo vió y examinó una y otra vez con sobrada crítica; y confesó, que no era un solo milagro, sino un conjunto de milagros. (pb Sum, fol, 68,
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