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— 210 — disponia su real templo al recibir Sacramentado á su dulce hijo. Eran tan vivas las ansias de acer= carse á la augusta mesa del altar, en que se ali- menta de fuego el alma, que hubiera sin duda pe- ligrado su vida en la tristeza, si pudiendo se hubiese privado algun dia de esta incomparable dulzura. Ni el caminar por montes y páramos in- cultos, ni el ímpetu furioso de las lluvias, ni las rápilas corrientes de los rios, ni viajar por entre enemigos de la religion donde eran lastimosos es- tragos los templos, fué bastante para que un solo ' dia dejase de beber felicidad de aquella fuente de gloria. Ni le detenia el exponer su salud y aun su. vida cuando entre el horror de lo campos nevados de la Helvecia, del viento frio de Alemania y he- lados páramos de Sajonia, se quedaba á dormir en el desabrigo de una venta, ó en la soledad del cam- po por llegar á otro dia al lugar y tiempo oportu- no de celebrar este santo sacrificio. 2. En el tiempo, que fué General, le costaba gran desvelo y no menor trabajo el ajustar las jor- nadas de un convento á otro, para no perder el consuelo de celebrar la Misa; pero en medio de tantas contingencias y desproporcionadas distan- cias, jamás dejó de decirla: cosa, que aunque en otros sacerdotes no seria digno de la mayor admi- racion, en nuestro beato Lorenzo lo era sin duda, atendidas las circunstancias del mucho tiempo, que tardaba y achaques que padecia. Al pasar de Helvecia á Borgoña la vigilia de San Lorenzo, arri- bó á un pobre lugar, muy cerca de medio dia; y aunque sumamente fatigado, dijo Misa, pero con $

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