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Wa costumbres, como si fuera un ángel venido del cielo. Veíanle niño en la edad, pero en las accio- nes y juicio le admiraban por maestro y muy aprovechado. Toda la atencion y gusto le tenia puesto en ejercicios devotos: en estos hallaba di- version y recreo, huyendo de los juguetes á que se aplican otros niños por destino de la edad pri- mera; pero donde tenia sus mayores delicias, era en ayudar á Misa. Asistia á los sacerdotes en este santo sacrificio con tan afectuosas demostraciones, que admiraba y compungia á cuantos le observa- ban, porque en la compostura y modestia, descono- cian la ligereza de su poca edad, y en la ternura de sus ojos, bañados en lágrimas, se conocian las veras de su inocente alma. El alto y tremendo sacrificio de la Misa fué siempre el objeto mas noble de su ardiente devocion, y en que recibia los mayores favores del cielo. Aquí los deliquios espirituales, aquí las afluencias divinas, aquí los éxtasis, aquí las revelaciones, aquí sus consuelos, y aquí última- mente el remedio de todas sus necesidades; con que no es de admirar tardase en decir Misa regular- mente tres horas, y aun algunas veces seis, y hubo ocasion en que tardó doce horas, como veremos despues (1). Por eso ayudando á Misa, estaba con mas devocion y recogimiento en las que eran mas largas y á estas ayudaba con mayor gusto. La ve- neracion y respeto á los sacerdotes y ministros de Jesucristo era la mayor y mas reverente, imi- (1D Cap. Y, nám. 11. + 173 e sh $. e ES AE pe A ba? pa 2 ; er A E” a
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