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> O Ri 19 — o res, aplicando remedios á la enfermedad de la culpa, sin ofensa de los culpados. Era un bellísimo diamante, labrado á todas haces, que comunicaba liberal sus resplandores, á los malos para hacer- los buenos y á los buenos para hacerlos mejores, á los amigos, para recompensar su benevolen- cia, á los enemigos, para derramar su ódio, ven- ciendo con beneficios sus agravios. Finalmente, por esta calle real y anchurosa de la caridad hizo todo el comercio de su vida, caminando de lo hu- mano á lo divino; y volviendo de lo divino á lo humano, y girando en este perfecto círculo, tira- ba todas las líneas de sus virtudes, unidas en el centro de la caridad, segun nos lo dicen los pasa- jes todos de su admirable vida. No vivia de otra vida, sino de aquella que le ministraba el espíritu del Señor. Así lo publica el fervor con que predi- caba, las llamas que se le veian en su rostro, los rios de lágrimas que derramaba, los suspiros en- cendidos que exhalaba su pecho, el ardiente celo en la honra de Dios, de la exaltacion de la fé católi- ca, de la conversion de las almas. Todos los que Co- nocieron y trataron al siervo de Dios deponen en las informaciones (1): «Que amaba á Dios íntimamen- «te, que todos sus pensamientos y deseos los enca- «minaba á Dios, que estaba lleno de una caridad «ardiente, que su mente la tenia siempre en Dios, «que vivia casi contínuamente elevado en el Se- «ñor; de suerte, que ni el trato con las criaturas, «ni los negocios y ocupaciones de su oficio le po- » hd ( Suma pág. 26 y sig.

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