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Pm o 2045 pa, 7 EA «infante lo que en otro tiempo preguntaban del «gran Bantista (1): ¿Quién os parece será este mu- «chacho? Pero luego responden: Este muchacho será «grande delante de Dios, porque su mano está con él.» Hasta aquí el testimonio de su padre, estando aun en los primeros crepúsculos de su vida nuestro Julio César. 5. Iba creciendo en la tierna edad, y al mismo paso se iban descubriendo en aquella grande alma admirables destellos de una santidad heróica. Ape- nas habia cumplido cuatro años, pidió á sus padres con las mas sérias y expresivas instancias, que le vistiesen el hábito de los frailes menores Conven- tuales; y sus padres, viendo su inclinacion y afec- to á la Orden, no solo le dieron gusto en ello, sino que le entregaron á un padre docto y timorato de aquel convento, para que le educase bajo su disci- plina y direccion. Conoció luego el maestro la be- la disposicion del nuevo discípulo para todo lo bueno. Veía en él los mas preciosos dones de la na- turaleza y de la gracia. Admiraba una índole in= génua, y una especial docilidad para todo género de virtudes, teniendo en la pureza de la sangre y enla claridad de su orígen poderosos incentivos para bien obrar, y haciendo tránsito de la nobleza para la santidad, sin sentir los estímulos de la pre- suncion y soberbia. | 6. No solo se llevaba las atenciones de su maes- tro, sino de todos los padres de aquel gravísimo convento, estimándole todos por su humildad y (D Luc. 1. 66.

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