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$ a A «tado de Alemania por tantas herejías, de que era «infestada y que se intentaba dar libertad de con- «ciencia; entonces advertí cuán grande era el celo «que el siervo de Dios tenia de la católica fé, co- * «mo de la compasion que mostraba de la Alema- «nia, que no podia contener en el pecho la gran «congoja que le afligia, y se desahogaba diciendo «entre suspiros y lágrimas:» ¡Oh mi Dios y qué mal tal grande! ¡Libertad de conciencia! ¡Libertad de conciencia! He considerado muchas veces esta materia, y hallo que el mayor mal del mundo es dar libertad de conciencia, porque de este modo puede uno negar que hay Dios, sin haber quien lo castigue. «Me acuer- «do (prosigue el compañero) que dicho P. Brindis «hablaba muchas veces del serenísimo duque de «Bavieray nos exhortaba á rogar á Dios por su sa- «lud y que le diese y conservase la sucesion en «su casa; porque de lo contrario, entraba á poseer «aquellos estados un príncipe hereje, con gran de- «trimento de nuestra católica religion. En estos «discursos se enardecia tanto el varon santo, que se «conocia tenia este negocio en su corazon.» Otro compañero del siervo de Dios, con quien vivió tres años, le oyó decir muchas veces: Vo hay cosa que mas desee, que derramar la sangre y dar la vida por la fé de Jesucristo. ¡Ojalá lograra yo esta dicha! pe- ro se me dilata contra mi esperanza y acaso serán mis culpas quien lo impida. Lo cierto es, que si el martirio faltó á la voluntad, la voluntad no faltó al martirio. 13 E O id A A

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