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— 186—= nadie; con que no dió lugar al desafio, para dispu- tar públicamente desde la cátedra, como el siervo de Dios habia ofrecido, cediendo vergonzoso al lu- gar y á la fama, que habia corrido de su ingénio y dejando á sus infelices discípulos “expuestos al oprobio comun. Quedó nuestro insigne campeon coronado de vistosos laureles y triunfante la reli- gion católica, con gran daño de la herejía. Ter- rible fué este golpe para los sectarios: sentíanle con impaciente rabia: representábaseles con vive- za la ignominia de su maestro; y así para vengar: esta, como desahogar aquella, no pensaban en mas, que en quitar la vida al defensor acérrimo de la religion católica. 17. No era menos eficaz el deseo que el varon santo tenia de derramar su sangre por defender la fé, buscando él mismo las ocasiones, como se verá en el caso siguiente. Entre los señores que de Sa- jonia habian venido en esta ocasion á Praga, habia uno llamado el varon de Ghinzighi, grande here- je, amigo y defensor de Policarpo; y aunque era devoto y bienhechor de los capuchinos, concibió cruel ódio contra el siervo de Dios y protestó pú- blicamente, que habia de borrar con su sangre el oprobio y afrenta de Policarpo (1). Hizose tan pú- blica esta impía determinacion, que llegó á noti- cia de Brindis, acaso para que se guardase del peligro; pero el varon santo la recibió gustoso, para entrarse en él, con deseo eficaz de conseguir la corona del martirio. Determinó, pues, habiendo hecho primero una larga oracion, acompañar al (Y Suma pág. 47.

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