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EE suerte que todos estaban atónitos de tanta luz; y así habia ya pocos de aquel grave concurso, que no se hallasen dulcemente arrebatados de aquella vehemente y sonora voz. Iba refiriendo con admi- rable fidelidad y facilidad las razones todas, con que habia Policarpo impugnado la fé católica: des- pues iba pesando sus argumentos en la balanza juiciosa é infalible de la verdad; y descubriendo, como eran de ningun valor aquellas aparentes ca- vilaciones, comprobando con claros y eficaces tes- timonios de la Escritura Santa con autoridad de los santos padres y doctores tan propias, los sagra- dos dogmas de nuestra fé, que los católicos que se habian aplicado á oir las fábulas y desatinos del impío hereje, que ya se habia dado á temer, que- daron confundidos y avergonzados; y para mayor convencimiento de los católicos y terror de los he- rejes, renovó el desafío desde el púlpito para la cátedra, donde se ofrecia defender públicamente cuanto habia predicado. 16. Hallábase presente, aunque oculto, el mis- mo Policarpo y presumiéndolo el siervo de Dios, le instaba desde el púlpito, á que, pues gozaba de oportuna ocasion y concurso noble é ilustre, de- lendiese su doctrina en aquel teatro público, que él se ofrecia á satisfacer sus dudas. Aplaudieron los católicos el fervoroso arresto del varon santo; pero ni Policarpo, ni los demás secuaces se atre- vieroná responder, temiendo la elocuencia y sa- biduría de Lorenzo. Ultimamente siendo una de las máximas de Policarpo (siguiendo á su maestro Lu- lero) despreciar la edicion de la vulgata de la Sa- An e A A _ E ar a" A ae A

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