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« > , — 13 — de esparcir por todo el orbe. Nació al mundo y nació á Dios esta lumbrera grande de la Iglesia; y habiéndole bautizado, le pusieron (no sin misterio) el nombre de Julio César; porque así como aquel grande Emperador romano llená de gloria á todo el mundo, así nuestro Julio César habia tambien de ilustrarle con su vida, doctrina y ejemplo. Apenas nació nuestro Julio César (que así le llamaremos hasta que tome el santo hábito capuchino), cuando notaron en su rosro, no solo sus padres sino tam- bien los presentes una rara magestad, acompaña- da de una afabilidad y modestia tan singular, que arrebataba las atenciones de todos; pero loque mas admiraba, era un cierto resplandor, que se notaba en su hermoso rostro, que le hacia parecer un bello serafin. | 4. Fueron tales las señales que dió aun en su tierna infancia esta moble criatura, que tenia en espectacion los ánimos de todos. Escribiendo su pa- dre Guillelmo á un hermano que tenia en Venecia, sacerdote, llamado D. Pedro Rossi, Rector de un seminario, de quien hablaremos despues, dice lo siguiente: «Hermano, pongo en tu noticia como «el Señor me ha dado un hijo, pero de unas «cualidades tan extraordinarias y sobrenatura- «les, que, segun lo que ha escrito Dios en su ros- «tro, no me atrevo á decir si es criatura terrenaó «celestial. Ruega á Dios le llene de bendiciones y «le haga todo suyo; pues te aseguro, que en los po- «Cos meses que tiene, da tales muestras de talen- «tos, virtud y santidad, que tiene admirados á lo- «dos, y no falta quien pregunte de este tierno es ici nm .” E
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