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sas y ya estaban olvidadas. Estas altercaciones intempestivas (decian) son casi siempre, no solo inútiles, sino peligrosas y mas en Alemania, don- de casi todos se arriman á la creencia de su prin- cipe, pareciéndoles indecorosa division apartarse en la fé de aquellos, á quienes se deben sujetar en la dominacion y en el imperio. Añadian, que no era bien, dar ocasion de enojo al duque de Sajo- nia, calificando de injusto, impío y criminoso á un ministro, á quien tanto veneraba y favorecia. Quedó pasmado el varon santo al oir semejante instancia y abrasado su pecho en la fé, con una san- ta indignacion, exclamó diciendo (1): ¡«Oh buen «Jesús! ¡Oh madre de mi Dios! ¿Es este el celo de la «Santa Iglesia Romana? ¿Es este el fervor que rei- «na en nosotros por defender la religion católi- «ca? ¿En qué parte del mundo estamos? ¿Qué es «esto? ¿Es posible, que siendo esta la porcion de «Europa mas noble, y hallándose contaminaday «pervertida de execrables errores, se ha de impu- «tar á escándalo, el intentar que se libre de ellos? «¿Por ventura, oh señores, se ha apagado en vosotros «el celo de la fé y quereis que se acabe en mi? Si «está en vosotros apagado, no lo está en mí; con «que ya nosomos de un bando, ni es decente nues- «tro comercio, y si aun conservais la fé que pro- «fesasleis en el bautismo, ¿qué nos detiene á unos «y á otros, para que con denuedo salgamos á de- «fenderla de tan escandalosa y depravada contra- «diccion? Sea en buen hora igual el derecho entre n, Suma, pág. 46.

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